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Familia Monterrey Araya

Tania Monterrey Araya (25) es del sector de la Parte Alta y sostiene que “a La Pampilla yo sé que voy desde muy pequeña, porque yo estoy de cumpleaños el 28 de septiembre y mi mamá fue cuando tenía 9 meses con una guata enorme. Una semana antes de que yo naciera estaba en La Pampilla. O sea, es de siempre. No recuerdo ningún año en que no haya ido a La Pampilla”.

 

Con entusiasmo afirma que “en la visión de un niño, La Pampilla es mejor que para un adulto. Recuerdo ir a granjas educativas, ver pasar los caballos, carreras de sacos, espectáculos en el escenario principal, talleres”. Incluso sostiene que “recuerdo Pampillas cuando mi papá salía a trabajar en la mañana, a las 08.30, y después volvía como un día normal. En los días de septiembre, La Pampilla es un mini Coquimbo. Es una ciudad”.

 

Tania sostiene que con los años su familia se va preparando más: “El proceso previo es súper profesional. De partida, hay que ir como un mes antes a marcar el terreno y llevar a nuestros amigos para que tomen un terreno cerca. Se compran las carpas, se van desempolvando los artículos de camping, los fogones, las lámparas a gas, se va comprando la carne. Todo ese proceso en familia es como en un batallón”.

 

Agrega que “mis papás se profesionalizaron en el arte de La Pampilla, ahora quieren ir con todo. Todos los años van adquiriendo algo nuevo. De hecho, este año el sitio lo fuimos a buscar a finales de julio y lo estamos yendo a ver todos los días. En la tarde nos arrancamos a sacar un poco de maleza, lo emparejamos, lo vamos vigilando para que no nos quiten el lado”. También cuenta que “el modo de reservar  es poniendo cuatro palitos en tu terreno y con un alambre o con una pita. Se pide que sea con tela, o que se raye con cal o yeso. Hay personas más sofisticadas que llevan mallas o cintas de “no pasar”. Y el que marcó primero, marcó”.

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